Actualmente, las voces de expertos, asociaciones, instituciones, etc., que proclaman la necesidad de cambio en el ámbito escolar son muchas. Todas ponen en evidencia la obsolescencia del modelo de enseñanza transmisor y unilateral (Robinson 2015 y 2015a, UNESCO, 2015, entre otros).
En la escuela, hoy, es difícil dar respuesta a las necesidades formativas de niños y jóvenes desde modelos pedagógicos y relacionales postindustriales (Albertí, 2016).
Específicamente, el último informe de la UNESCO, Repensar la educación. ¿Hacia un bien común mundial? (UNESCO, 2015), que actualiza el conocido
Informe Delors (Delors et al., 1996), propone y recupera el enfoque humanista de la educación que va más allá del papel utilitario en el desarrollo económico que se le otorga dentro del sistema capitalista y que es lo que centra la mayoría de políticas educativas de hoy en día. Por eso la cita inicial, no hemos aprendido, todavía, como ya decía Martin Luther King, a vivir como humanos.
En general, el informe (UNESCO, 2015) remarca la urgencia de potenciar la dimensión ética del aprendizaje y la necesidad de establecer relaciones significativas,
justamente todo lo que no pueden ofrecer las nuevas tecnologías.
La revolución tecnológica podría cuestionar la necesidad del maestro, pero, por el contrario, actualmente, resulta evidente que la figura del educador es esencial para el aprendizaje social y el desarrollo de la dimensión ética de las competencias. Es evidente, pues, que la formación de los profesionales sobre estas competencias es algo prioritario, ya que tal y como dice Tawil (2015)
los educadores deben aprender aquellas competencias que luego deberán poder desarrollar en los educandos.
Cambio de paradigma. Superación del modelo punitivo
Superar el modelo punitivo no es fácil, requiere una mente abierta, alfabetización emocional y relacional y el abandono de la zona de control.
El castigo desde siempre ha sido y sigue siendo el método más utilizado para controlar la conducta y es lo que conocemos todos y todas (Khon, 2006; Albertí,
2016a). El cambio de paradigma se realizará, por una parte, por la superación del modelo punitivo, del castigo y, al mismo tiempo, por la superación de la necesidad de controlar al otro.
El modelo restaurativo representa la resolución de problemas de manera colaborativa, responsabilizadora y reparadora. Participar en un proceso restaurativo
no es fácil, responsabilizarse (asumir un hecho y sus consecuencias) no es fácil, escuchar cómo se han sentido las personas afectadas por una conducta o unos hechos determinados no es fácil. El enfoque restaurativo no es ni negligente, ni permisivo y se fundamenta en la sinceridad y el reconocimiento (Albertí, 2016b). Recordemos que el modelo punitivo potencia la no responsabilización
y la mentira con la condición de que si uno no reconoce los hechos puede conseguir no ser castigado. Por el contrario, el modelo restaurativo busca el reconocimiento y la responsabilización, y por ello favorece el desarrollo
moral de la persona.
Fuente :Parte de la tesis de Mònica Albertí Montserrat Pedrol sobre enfoque restaurativo